María José Rodríguez sabe lo que significa " probar y ver”
Empecé a asistir a la iglesia con mis padres cuando tenía alrededor de siete años de edad, ya que ellos aceptaron a Cristo como su Salvador. Asistía a la iglesia con regularidad todos los domingos, así como a las reuniones de jóvenes los viernes en la noche. Me gustaba ir a la iglesia y escuchar acerca de Dios, pero el concepto de tener una relación personal con él no era una realidad en mi vida. No es que yo no quería, pero pensaba que todo lo que había era el conocimiento de Dios que tenía. Pensé que no podía alcanzar más.
Cuando tenía 14 años fui a un campamento juvenil en Tennessee, fue durante ese tiempo que el Señor comenzó a inquietar mi corazón en tener una relación personal con El. Al año siguiente volvimos a ese mismo campamento, y la verdad que el Señor despertó mi corazón y me mostró mi necesidad personal de Él como mi Salvador. Sabía que Dios era Dios, pero personalmente nunca había aceptado que Él murió en la cruz por mí y resucito al tercer día para que pudiera ser salva, y que sin Él no tenía ninguna esperanza. Así fue que a la edad de 15 años le entregué mi vida al Señor. Al volver al grupo de jóvenes fue diferente empecé a aprender más y más acerca de Dios y a tener una relación con El.
Cuando empecé la secundaria, hice nuevos amigos y empecé a salir con ellos haciendo todas las cosas "divertidas" en el mundo, yendo a fiestas, involucrándome con ellos. Como consecuencia dejé de crecer en el Señor y en mi relación con él. Al igual que la semilla que cayó entre espinos y fue sofocada, toda la " diversión " de este mundo me llamó la atención y mi enfoque fue desplazado de Cristo a este mundo, estancándose mi relación con Dios.
Doy gracias a Dios por su gracia y que Él, en su misericordia, me mostró nuevamente su amor por mí. Fue entonces, que en mi primer año de universidad, por primera vez vi al Señor como mi Amado, Él es el único Fiel y Certero, El que nunca me dejaría. Mi relación con él ha crecido desde entonces, todavía está creciendo, y aún seguirá haciéndolo, estando muy agradecida de Él. No me ha dejado con la misma mente de una niña de siete años, me ha permitido ver y probar que Él es mucho más que un lejano Dios; Él es mi Dios , Salvador y Rey, aún me falta mucho por aprender del Señor , y como resultado hay una sumisión continua de mi vida a su voluntad.