A todos los sedientos: venid a las aguas; y los que no tienen dinero,
venid, comprad y comed. Venid….”
Isaías 55:1
En medio de un libro que contiene tan fuertes advertencias de juicio inminente a un pueblo indiferente, nos encontramos con una de las invitaciones más fuertes registradas en las Escrituras.
Es una invitación abierta dirigida a "todos" los que tienen hambre y sed que deseen ser saciados. No se necesita ninguna calificación, ni hay prerrequisitos obligatorios. La invitación es simple: "venir " y recibir libremente.
Las Escrituras nos hablan de una mujer que trajo sus cántaros para sacar agua de un pozo (Juan 4:1-30). Ella tenía sed y buscaba satisfacer su sed de las aguas frescas del pozo de Jacob. Sin embargo, su necesidad era demasiado grande y su sed interior tan profunda, que el agua natural de un pozo natural, difícilmente podría saciarla.
Según está escrito en Juan 4, Jesús vino a ese pozo el mismo día y aunque a menudo estaba rodeado de multitudes, ese día vino sólo por aquella mujer. Su visitación a esa mujer era tan "necesaria" que inclusive cambió sus planes de viaje, para pasar por el lugar en que la mujer iba a sacar agua. Fue allí en el pozo que Él le extendió la invitación, ofreciéndole la única agua que, efectivamente, podría satisfacer la sed profunda que estaba en su corazón.
Para aquella mujer, Jesús se dio a conocer como el Mesías, el Cristo, (v. 25) y le ofreció agua viva. Él le ofreció beber del agua que verdaderamente saciaría su sed y sería en ella una fuente de agua que salte para vida eterna (v.14), ofreciéndose Él mismo como la única fuente de vida eterna y como el único que podía satisfacer sus necesidades y anhelos. En ese instante, la mujer dejó sus cántaros de agua y se fue gozosamente a la ciudad a proclamar a los demás que ella tuvo un encuentro con el Señor. Como consecuencia, muchos aceptaron la invitación del Señor y también creyeron en El.
Hoy en día los creyentes acudimos a diversas fuentes para saciar nuestros anhelos interiores. A menudo, al ser afectivos buscamos un compañero para sentirnos completos y realizados. Además al ser paternales esperamos que la satisfacción venga de nuestros hijos. Como materialistas buscamos tener posesiones más grandes y mejores. Somos competitivos esperando que las posiciones y el reconocimiento nos den realización personal. Al final nos quedamos insatisfechos, cuestionándonos de por qué hay tanto estrés, descontento y frustración en nuestras vidas. Sin embargo, una sensación de vacío y frustración en nuestras vidas es siempre el resultado invariable de tratar de llenar lo espiritual con lo natural.
No es hasta que respondemos a la invitación de beber de la única fuente de agua viva, Jesucristo, que comenzamos a experimentar la verdadera plenitud. La Palabra de Dios nos enseña claramente que hay un río de agua que fluye del trono de Dios y del Cordero, Cristo. El agua de ese río es clara y pura (Apocalipsis 22:1), siempre fluye siendo la única que verdaderamente limpia y refresca el alma sedienta.
El salmista había visto ciervos sedientos en zonas áridas jadeantes por la falta de agua. Al verlos, se vio a sí mismo y dijo: "Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, Oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo. . .” (Sal. 42:1-2). Reconoció que su morada estaba en una tierra seca y árida, sin agua; aun así también reconoció que su Dios era la fuente de agua viva para satisfacer su alma sedienta.
Y, ¿qué hay de Ti? ¿Has estado buscando la satisfacción en los lugares equivocados? Si es así, Jesús es la fuente de la vida. Así como Él estaba disponible para la mujer sedienta en el pozo y para el salmista en tierra seca y árida, así Él está disponible para Ti. ¿Como respondes a su invitación de venir a Él, entregarle tu corazón para ir en pos de Él? Él te llenará de Sí mismo y saciara tu sed, para que te regocijes como el salmista!
