Cualquier estudiante anhela la llegada del día de su graduación para finalmente abandonar las arduas demandas y la carga académica de un aprendiz.  No obstante, el Señor  llama a Sus hijos e hijas a una vida de aprendizaje.

 

¿Ha considerado usted aprender a la manera de Dios?  Si es así, permita el sabio continuar aprendiendo. Proverbios 1:5 ensena al sabio a oír y  “aumentará el saber”. Además, Proverbios 9:9 dice que el hombre sabio será más sabio y el hombre justo "aumentara su saber".  Ciertamente las profundidades del conocimiento y la sabiduría del Señor son tan infinitas que somos llamados a una continua práctica para aprender lo que es correcto.  

 

Nuestro Señor Jesús obtuvo el más alto galardón, mediante el cual todo estudiante es medido. Verdaderamente El aprendió a deleitar al Padre… Isaías 50:4 (pasaje mesiánico).

 

“Jehová el Señor me dio lengua de

 sabios, para saber hablar palabras al

 cansado; despertará mañana tras

mañana, despertará mi oído para que

oiga como los sabios.”

 

En primer lugar, el creyente está llamado a “aprender el temor del Señor”. A través de todo el  Pentateuco el Señor llama a Su pueblo a estar en comunión con Él, lo cual comienza teniendo una visión correcta del Gran y Santo Dios (Deuteronomio 4:10, 14:23; 17:19; 31:12-13).  Este  aprendizaje da lugar al reconocimiento de Su supremacía y continuamente nos hace doblar nuestras rodillas delante del Maestro, de manera que podamos aprender de Él.  El temor del Señor tiene que ser aprendido.  

 

 El Hijo es reconocido por el Padre y le ha dado la más alta distinción porque “por lo que padeció aprendió la obediencia” (Hebreos 5:8).  Considere que mientras la mayoría de nosotros aprendemos lecciones a través de las consecuencias de nuestra desobediencia y habiendo “aprendido a la manera de los gentiles” (Jeremías 10:2), el Señor Jesús aprendió obediencia por el continuo sometimiento de Su voluntad, la cual nunca conforme a la del mundo.  La obediencia debe ser aprendida.

 

También Pablo se consideraba a si mismo bajo la tutela del Espíritu Santo, tanto como creyente y como siervo del Señor, de esta manera “aprendió a contentarse” (Filipenses 4:11-12). Lo contrario a esto sería, como Salomón, quien vivió para “agradar la carne” (Eclesiastés 2:3). Cuando el  creyente hace del Señor su porción, en ello encuentra total satisfacción y deleite. En esto consiste el secreto del verdadero contentamiento, pero tal contentamiento debe ser aprendido.

 

Timoteo fue reconocido por haber “aprendido las Sagradas Escrituras, las cuales pueden hacerte sabio” (ll Timoteo 3:7). Timoteo fue advertido a mantenerse lejos de aquellos que “siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad”.  (ll Timoteo 3:2). Ya que todo lo escrito es concerniente a nuestro Señor Jesús (Lucas 24:44), correspondería al estudiante aprender uniendo nuestro corazón al de Él: “Aprended de Mí” (Mateo 11:29).

 

¿Por qué debemos aprender? Porque nacemos careciendo de todo esto: El temor de Jehová, la obediencia, el contentamiento y el conocimiento de las Sagradas Escrituras. ¡Todo esto debe ser aprendido! ¿Tiene usted un corazón educable para seguir aprendiendo? Deje al hombre sabio “aumentar en conocimiento”.

 

“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.”

                                                             Santiago 1:5